jueves, 10 de mayo de 2012

Entrevista: Ser uno más del montón

Ser uno más del montón.

Personas con discapacidad que estudian, trabajan y hacen valer sus derechos para conseguir insertarse socialmente

5 de Mayo del 2012

La Nación.

Uriel Weicman llega a la puerta del Instituto Nacional de Tiempo Libre y Recreación, en Recoleta, con su mochila al hombro y su calma a cuestas. Con una tranquilidad que desentona con la locura de las 6 de la tarde de la city porteña, Uriel, de 22 años, se dispone a contar cómo se convirtió en un joven que encontró la motivación que necesitaba para ofrecerle al mundo todo lo que tiene para dar.

Uriel Weicman, de 22 años, tiene visión reducida y está cursando la Tecnicatura Superior en Pedagogía de la Educación Social en el Instituto Nacional de Tiempo Libre y Recreación.

A pesar de sólo tener un 10% de visión -el resto la perdió producto de una meningitis en sus primeros días de vida- Uriel tiene una mirada nítida de lo que quiere en su vida: "Para mí lo más importante es participar y darle lugar al otro para ver qué le interesa y qué puede aportar al construir colectivamente", sostiene Uriel, a la vez que aclara con relación a su discapacidad: "Yo veo así desde que nací y aprendí a ser funcional a mi manera", afirma este joven que vive en Almagro con sus padres y su hermano menor.

Por eso, Uriel se las ingeniaba para poder absorber los conocimientos durante su escuela secundaria en el Instituto Sudamericano Modelo Uriel. Como no llegaba a ver el pizarrón, usaba anteojos para leer de cerca. Pero además, se valía del apoyo de su entorno que lo asistía: sus padres le leían los libros o le ampliaban los textos de las fotocopias; sus compañeros le dictaban, él grababa las clases o pedía los apuntes y después su mamá se los transcribía en letras más grandes.

Más allá de no tener inconvenientes en la parte académica, Uriel reconoce que por momentos no se sentía del todo cómodo durante esa época: "No es que la pasaba mal pero mis compañeros no entendían lo que me pasaba. Me escondían la cartuchera cuando yo no estaba mirando. Era un problema de desconocimiento mío, de mis compañeros, de mis padres, de mi hermano, de las herramientas que existían para que yo pudiera tener una vida más plena", cuenta.

Cuando terminó la secundaria, sentía que no estaba del todo preparado para estudiar una carrera, así que decidió viajar y empezar a dar talleres de educación no formal en un centro judío al que asistía. Allí realizaba actividades recreativas con los chicos para trabajar valores, temas relacionados con la ecología o el judaísmo.

Como él, son muchos los jóvenes con discapacidad que en algún momento - o nunca - no logran adaptarse al trayecto escolar, y terminan dejando. "Hay un nivel de deserción escolar muy grande en las personas con discapacidad visual. Te diría que un 70% no estudia, más allá de su nivel socio-económico", sostiene Uriel. En este mismo punto, Graciela Ricci, directora general de Adeei -ONG que hoy en día tiene 250 chicos integrados en los niveles inicial, primaria, secundaria y terciario- agrega que "cuando la ley habla de inclusión está hablando de que todos los chicos se tienen que escolarizar pero esto también puede hacerse en escuelas especiales. La interpretación que se le da a la ley es que todos los chicos tienen que estar en la escuela, pero no integrados unos con otros. Nosotros, en cambio, luchamos por "todas las escuelas para todos los chicos".

La experiencia de Adeei es que los chicos que pueden transitar la escuela común y terminar el secundario, generalmente se ubican en un trabajo competitivo. Esto les permite acceder a un sueldo, una obra social, estar en blanco y vacaciones pagas. "Esos chicos no van a necesitar ir al centro terapéutico, al centro de día o al hogar. No van a tener que depender de sus padres y van a poder empezar a armar sus propias familias. Nosotros tenemos más de 80 chicos ubicados a través de nuestra área laboral. En relación a la escuela, ha aumentado el nivel de escolarización de las personas con discapacidad y también los casos de integración escolar. Hay más conciencia, Los padres lo piden, los profesionales lo recomiendan pero lo que no hay es decisión política suficiente", dice Ricci.

Uriel sentía que le faltaba algo más para tomar la decisión de empezar sus estudios terciarios. "En 2008 me acerqué a la Asociación para el Desarrollo de la Educación Especial y la Integración (Adeei) para aprender computación. Ya andaba solo por la calle pero me costaba ver los colectivos o los nombres de las calles así que también hice un curso de Movilidad y Orientación Comunitaria para manejarme mejor en la calle", recuerda Uriel, quien adquirió en ese entonces un pequeño telescopio que guarda en su bolsillo y le sirve para ver el número de los colectivos o lo que haga falta.

Con la confianza hinchada y el corazón lleno de energía, Uriel se anotó en 2009 en la Tecnicatura Superior en Pedagogía de la Educación Social en el Instituto Nacional de Tiempo Libre y Recreación, de la que todavía le quedan 10 materias que cursa de noche. "Me gusta mucho la educación que tiene que ver con lo no formal. El perfil del egresado es para trabajar en proyectos barriales y comunitarios, en políticas públicas, en ONG, en colegios como asesores pedagógicos", cuenta Uriel.

Ese mismo año empezó a trabajar en una pasantía educativa como auxiliar del taller "Tiempo libre y socialización" dirigido a personas con discapacidad en Adeei. En el 2010 ya pasó a tener una pasantía rentada en talleres de Socialización y Aprestamiento Laboral para personas con discapacidad mental y desde el 2011 forma parte del equipo estable de Adeei.

Pero su revolución interna llegó en 2010 de la mano de Fabiana Mon, una rehabilitadora visual que lo acercó a un grupo terapéutico de personas con baja visión al que hoy todavía asiste cada 15 días. "Fue importante encontrarme con personas que habían vivido lo mismo que yo en diferentes aspectos de su vida", recuerda.

Para esa misma época, Tiflonexos estaba organizando un encuentro para personas con baja visión que estuvieran estudiando del cual participó y ahí encontró el espacio que estaba necesitando. Se puso en contacto con la Red Materiales y apoyo tiflo educativo (MATE ) para generar accesibilidad a los estudiantes con discapacidad visual y nunca más pudo parar.

Hoy en día trabaja en la Red en la que - además de hacer amigos y de mejorar las posibilidades educativas para el resto de los estudiantes con baja visión - encontró su lugar: "es increíble vivenciar el empoderamiento que podemos conseguir las personas con discapacidad en nuestras vidas, la posibilidad de participar e involucrarnos. Hoy participo de la Comisión de Estudiantes de la Red MATE con el objetivo de crear un nuevo centro en Salta. La idea es que haya uno en cada provincia del país", cuenta este joven que tiene un lector de pantalla en el celular y el programa Magic en la computadora, una suma de magnificador de pantalla y lector de pantalla.

Con una mirada retrospectiva, Uriel reconoce que recién cuando llegó a Adeei y empezó a asumir su discapacidad con otra madurez pudo empezar a desenvolverse en cada espacio de otra manera. "Hoy todos mis compañeros saben que tengo baja visión y no hay ningún problema. Algunos me escriben lo que está en el pizarrón y yo le pido los textos digitalizados a los profesores. Nunca en el secundario pensé que iba a tener tanta capacidad de gestión y de hacer cosas", concluye Uriel, con el desenfreno propio de quien siente que puede conquistar el mundo.

Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/1470213-ser-uno-mas-del-monton

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