Una imagen táctil permite que discapacitados visuales reproduzcan en su mente al icono guadalupano.
A principios de 2009, María Fernanda Matos Moctezuma, directora del Museo Nacional de San Carlos, invitó a Jorge Pulido, quien a los 12 años quedó ciego debido al glaucoma y que fundó la asociación civil Contacto Braille, cuyo lema es “Discapacidad visual con dignidad”, a conocer La virgen de la pera, una pintura realizada en 1347 por Paolo Veneziano.
La exposición incluía, además de la obra del Trecento italiano, una reproducción tridimensional de la misma para que el público invidente pudiera familiarizarse con la pieza. “Al tocar la imagen quedé asombrado por lo nítido de los relieves: sentí el contorno de la pera que tiene en las manos, su corona y toda su vestimenta”, recuerda Jorge.
Muy impresionado, preguntó al curador de la exposición: “¿No se le ha ocurrido hacer una imagen de la virgen de Guadalupe también en relieve? Es un símbolo de todos los mexicanos y sería muy importante poder tener una”.
Franco Faranda, historiador del arte y coordinador del proyecto “Integración de las Discapacidades a través de la Cultura” – del Ministerio para los Bienes y la Actividad Culturales de Italia–, le respondió a través del traductor que era muy buena idea y quedaron en comunicarse.
En julio de 2009, Jorge –que estudió en la escuela de periodismo Carlos Septién y que cuenta en su computadora con un programa que le lee la pantalla –, recibió un correo electrónico de Faranda que le sorprendió sobremanera: la pieza estaba lista y la llevarían al Vaticano para que recibiera la bendición del Papa Benedicto XVI.
El milagro del relieve Interesado en que las personas con alguna discapacidad se beneficien del patrimonio artístico, Faranda cuenta en entrevista por escrito que hace unos 10 años, en el Instituto de Ciegos Francesco Cavazza de Boloña, Italia, se intentó “traducir” una pintura a un relieve tridimensional mediante las manos expertas de un escultor.
“El resultado fue excelente, pero probablemente no del todo satisfactorio desde el punto de vista objetivo. La mediación del artista crea un producto muy bello, sobre todo para la vista; carece probablemente de aquella objetividad que la máquina puede ofrecer”, describe.
En cambio, el proceso mediante el que se fabricó el relieve táctil de la virgen de Guadalupe resalta por su precisión: el relieve puede superponerse al original y la ubicación de sus distintas características –como la posición de las estrellas en el manto que la cubre y otros códigos de representación– es exacta. “El producto no está hecho para ser visto, sino para ser tocado”, narra.
El diseño y la ejecución se realizaron en un taller de la compañía Protesa, dedicada a la fabricación de piezas para la industria mecánica. Que esta empresa participara del proyecto fue totalmente casual: después de estar en México, Faranda estaba conversando frente a la Catedral de Imola, en Boloña, con un arquitecto de la curia sobre la intención de hacer un relieve de la virgen de Guadalupe, y sucedió que también estaba ahí el director de Protesa, quien se interesó.
Como los costos se hubieran disparado muchísimo si hubieran enviado técnicos a México para escanear con láser la imagen original del ayate de Juan Diego, el diseño se hizo con base en las imágenes que la Rectoría de la Basílica de Guadalupe envió a Faranda.
La obra costó 12 mil euros –una réplica costaría 7 mil–, patrocinados totalmente por el Grupo Pelliconi, un consorcio que fabrica corcholatas y taparroscas, que no tiene intereses comerciales en México. “Decidió patrocinarla sólo porque la empresa se sintió estimulada por la iniciativa y las consecuencias sociales que representa”, asegura Faranda.
La Guadalupana táctil
Faranda trajo a México el relieve de la Virgen desde Italia y en 2009, el 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, se convocó a una conferencia de prensa para presentarlo. Como los medios insistieron en ver la obra, la sacaron de su caja y Jorge Pulido tuvo el privilegio de ser el primero en tocar a la Guadalupana.
“Sentir cada uno de los relieves en mis manos fue una experiencia y una emoción indescriptibles. Más allá de lo que puede ser místico-religioso, hay un encanto, sientes una energía, una vibración muy peculiar. Me estremecí en verdad y el momento me hizo evocar la época en que veía, cuando era niño y mi abuelita me llevaba a la Villa a visitarla”, dice Jorge.
Por: Elsa Rodríguez Osorio.
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