La Biblioteca Central de la UNCuyo abrió una convocatoria para todos aquellos que quieran ayudar a transformar textos gráficos en audiolibros. La finalidad es producir bibliografía accesible para los usuarios con discapacidad visual.
Justin es uno de los voluntarios en la grabación de audiolibros. (Walter Moreno / Los Andes)
"Leer" con las manos y los oídos es la forma que tienen los ciegos de aprender un texto y acceder a los libros. Por esta razón es que la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de Cuyo busca voluntarios que quieran ayudar a enriquecer la oferta literaria para ciegos y discapacitados visuales que ofrece ese espacio.
"El disparador fue identificar dos estudiantes con ceguera dentro de la biblioteca de la universidad", comenta Sandra Lucero, coordinadora del Sistema Integrado de Documentación (SID) quien agrega: "Luego nos preguntamos qué podíamos hacer desde el SID".
Es así como inician en 2002, a través del Servac (Servicios Accesibles de Biblioteca para Personas con Discapacidad) a brindar servicios y recursos de información para favorecer la inclusión de personas con discapacidad en la educación superior y garantizar su acceso a la información, la cultura o el arte tanto para su desarrollo personal como profesional.
"La región no cuenta por ahora con otras bibliotecas para ciegos que ofrezcan servicios y recursos como lo hace la UNCuyo; es por eso que procura abrir a todo público este tipo de servicios", aclara Lucero. Para socializar la temática, acrecentar el acervo documental accesible, dar capacitaciones a distintos sectores, se articula con municipios, escuelas especiales, asociaciones de personas con discapacidad, organizaciones de la sociedad civil y bibliotecas de todo tipo.
En 2011, la universidad desarrolló una extensión de la Biblioteca Digital (BD) y formó el primer Repositorio Digital de contenidos académicos para ciegos en el ámbito universitario nacional para consulta de documentos.
Todas las voces
En 2006, se conformó el voluntariado de lectura y desde Servac se planificaron capacitaciones que inicialmente se basaron en algunos estándares existentes basados en cómo producir material, tiempos de grabación y metodologías de lectura.
Con el correr de los meses, el aporte de los voluntarios y los usuarios conformaron los primeros registros guías del programa. "Esta tarea es precisa pues se diferencia la creación de un audiolibro o material para uso corriente de otro académico", menciona la coordinadora del programa.
"Para este último -aclara-, se requiere grabar títulos, números de página, colocar las citas en el momento, decir dónde se producen los textos, cuándo se pasa de una página a otra, etc. También es importante mencionar que los archivos generados no superan los 15 minutos de extensión".
En cuanto a la experiencia como voluntaria, Eugenia Evans, quien cursa la carrera de Sociología, cuenta: "El primer material que grabé fue el libro Cuarteles de Invierno, de Osvaldo Soriano. Significó algo más de 200 páginas habladas y en esa época todavía utilizábamos casetes. Demoré más de un mes en adaptar ese material, pero sentí que hacíamos posible leer al escuchar".
Por su parte, Mirta González, vinculada a la docencia desde hace varios años en nivel primario, cuenta que en su caso comenzó como una tarea altruista, pero que con el correr de los meses reconoció que había adquirido una experiencia en algo que no tenía pensado. "Si bien al principio me costó, luego adquirí un entrenamiento e interés en esta temática", recalcó.
Finalmente, Germán Petrich, futuro licenciado en Comunicación, es usuario del programa y relata que cuando comenzó la facultad estaba sujeto a sus compañeros de estudio para que le pudieran leer pero ahora tiene más opciones: "O bien retiro el audiolibro o llevo mi material a la biblioteca. Allí los chicos lo escanean y transforman en un texto que me lo guardan en un pendrive o un CD. Luego llego a mi casa y, con un programa de voz, escucho el material. Sólo me he tenido que acostumbrar al caballero con voz sintética que me habla de mis trabajos".
Leer, escuchar y tocar
La Biblioteca Parlante posee aproximadamente 20 mil documentos completos, 8.000 a texto parcial y una colección de 150 mapas hápticos. Contiene además un programa de capacitación formado por tres ejes: uso de tecnologías para usuarios ciegos y con baja visión; entrenamiento de bibliotecarios para la atención de usuarios con discapacidad y preparación de voluntarios de lectura para adaptación de documentos.
Desde hace tres años, el Servac participa del programa de inclusión de la UNCuyo y busca llegar a toda la comunidad. "Estamos articulando con bibliotecas municipales y nuestro fin es hacer una colección de nivel primario y secundario para niños y adolescentes con discapacidad trabajada en voz y digitalizada", detalla Sandra Lucero.
La idea es poder repartir ese material a distintas bibliotecas y escuelas que tengan estudiantes con discapacidad visual. El objetivo de este programa es ampliar la biblioteca y la colección de material para niños y adolescentes y poder enviarlos a distintas entidades de la provincia.
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